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jueves, 5 de septiembre de 2013

¿Pueden los psicodélicos ayudarnos a entablar comunicación con otras especies?

La sustancias psicodélicas han jugado un papel importante en la conformación de las jerarquías sociales, en el establecimiento de una cosmovisión e incluso en la toma de decisiones de numerosas comunidades, especialmente en tradiciones chamánicas pero también entre civilizaciones más avanzadas, cuyos reyes y sacerdotes usaban plantas psicoactivas.


El valor de estas plantas, conocidas como enteógenos, tiene que ver en buena medida con que al ingerirlas dentro de un escenario y un contexto particular hacen cruzar una barrera de interacción entre diferentes especies (o mundos), y permiten a aquellos que saben navegar los estados de conciencia alterada que producen obtener preciada información, útil para una comunidad –generalmente información sobre como preparar ciertas medicinas, sobre cantos sagrados, sobre visiones premonitorias pero también sobre formas de habitar y relacionarse con la naturaleza que significan una conciencia adquirida que puede transformar a toda una sociedad.

Esta fuerza aglutinante de las plantas psicodélicas, aunque encuentra un creciente interés dentro del romanticismo exploratorio de la sociedad occidental urbanizada que busca regresar a los mundos mágicos de la naturaleza de la cual se ha separado, en el mundo moderno es víctima del “problema de las drogas”, de la prohibición y el prejuicio que agrupa a toda sustancia natural psicoactiva como una droga, entendiendo por default que es dañina para el ser humano.

Paul Deveraux, en su libro The Long Trip: A Prehistory of Psychedelia, argumenta que deberían de existir estructuras de salud médica para absorber e integrar las experiencias de estas plantas y así “separarlas de la cultura del crimen que ahora las rodea”.

Pero nuestra sociedad quiere “prohibir la expansión de la mente en general” por una parte y por otro lado elije utilizar estas suctancias que pueden expandir la mente solamente de “manera hedonista”.

Devereaux, siguiendo el popular discurso de Terence Mckenna, el gran defensor de los psicodélicos, considera que el deseo ya mítico del encuentro extraterrestre, de la radical otredad, y del sentido cósmico de nuestra existencia, en realidad existe ya en la forma de las plantas alucinógenas.

Recordamos que Mckenna hablaba del hongo de la psilocibina como una espora originada en las estrellas con una voz inteligente que busca despertar en el ser humano su conciencia azul luminosa.

Esta teoría aunque pueda parecer disparatada no es del todo ajena a la ciencia: una de las teorías más aceptadas sugiere que la vida debió de originarse en el espacio y llegó a nuestro planeta a através de bacterias transportadas en meteoritos o cometas.

Mckenna el gran entusiasta de la familia de las triptaminas, que incluye a la psilocibina y al DMT, escribió: “El fenómeno similar al Logos de una voz interior que asemeja una agencia superhumana… una entidad más allá de la estructura normal de nuestro ego que si no es extraterrestre se revela como tal”.

Son numerosas las experiencias con las plantas psicodélicas en las que relata una comunicación con otras especies que muestran cierta inteligencia, ya sea el espíritu mismo de la planta o espíritus y entidades que se manifiestan a través de la interfaz de la planta.

El biólogo Jeremy Narby ha escrito reiteradamente sobre su teoría de que en los trances de la ayahuasca es posible conectar con “la inteligencia de la naturaleza”, posiblemente a nivel molecular, con el ADN mismo, ese pequeño dragón informático que emite biofotones (unidades semánticas primordiales).

Entre diversas tribus del Amazonas se cree que la ayahuasca (“la liana de la muerte”) es un vehículo para comunicarse con los ancestros y los espíritus de la selva.

La misma obtención de la “receta” para cocinar el brebaje o para preparar compuestos medicinales como el curare, según estas tradiciones, fueron comunicadas por otras plantas o animales, (una leyenda señala que el jaguar fue el que mostró al chamán la ayahuasca).

Dentro del misticismo chamánico que recoge Eliade y que narra Castaneda en su obra de antropología ficcionada, vemos en numerosas ocasiones cómo las plantas alucinógenas permiten entablar una especie de diálogo mágico entre mundos.

Los chamanes logran un vuelo espiriual en que se comvierten aves y roban secretos de los mundos superiores o usan a los animales para esuchar secretos (Castaneda emplea unas lagartijas para comunicarse telepáticamente o utiliza la datura para desdoblarse como cuervo en un acto nagual).

Los chamanes logran transformarse, al menos símbolocamente, en animales y congeniarse con las cualidades que estos representan a través del uso ritual de ciertas plantas.

Asimismo, el uso de ciertas sustancias encontradas en la naturaleza, como el DMT, sugiere la posibilidad de llevar la concienica hacia dimensiones de mayor abstracción y complejidad metafísica donde al menos imaginariamente es posible interactuar con entidades de otras dimensiones.

Incursiones hiperdimensionales que, al menos por unos momentos, exhiben una coherencia y una belleza que nos hace pensar en que tienen una existencia independiente a nuestro cerebro –o que en nuestro cerebro yacen mundos inexplorados, posiblemente el universo entero, que sólo sintonizamos bajo cierta sensibilidad.

El investigador de Oxford, Andy Letcher, sugiere que el discurso con el cual Occidente se acerca a las plantas psicodélicas parte de un prejuicio que impone fronteras difíciles de zanjar.

Especialmente la asunción occidental de que la conciencia sólo puede ocurrir bajo el disfraz del cerebro humano, cierra la posibilidad de discutir la existencia de un reino vegetal de conciencia (o al menos de un portal de resonancia) dentro de la cultura establecida. Pero esto, insiste Letcher debería de ser parte del diálogo científico y filosófico de nuestra época.

Para entender y fortalecer nuestra relación con el reino vegetal y en especial con las plantas psicodélicas es interesante hacer notar que muchos de los mecanismos químicos por los cuales una sustancia psicoactiva como la psilocibina o el DMT llega al cerebro –y hasta su misma estructura molecular– son similares a los mismos procesos que se producen en nuestro cerebro y que permiten nuestra conciencia.

El DMT, incluso es generado de manera natural en nuestro cerebro (al parecer en la glándula pineal, como una reciente investigación con ratas demuestra). Existe un misterioso vínculo entre nuestra conciencia y los estados de conciencia que estas plantas generan, que reclama una investigación mucho más profunda.

Deveraux teoriza que las plantas podrían estar emitiendo un mensaje a nuestra especie, un llamado a incorporar sus enseñanzas y a integrarnos con la matriz planetaria, aquel substrato que alimenta y preserva toda forma de vida y que quizás esté utilizando a estas plantas como mensajeros de una conciencia unitaria que nos atraviesa.

Ciertamente las experiencias psicodélicas tienen ese particular tamiz de hacer que los sujetos que las experimentan busquen entablar una relación más armónica con la naturaleza y se sientan, al menos durante la estela radiante que permanece después de sus viajes, parte de una misteriosa totalidad que les pide hacerse responsables de su papel en la evolución de la Tierra.

Con información de The Daily Grail

http://dailygrail.com/Guest-Articles/2013/9/Interspecies-Communication-Psychedelics


Mas Info: http://buenasiembra.com.ar/salud /articulos/chakras-adicciones-843.html

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