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domingo, 15 de abril de 2018

Como Transmutar el karma.

EL KARMA

por Elina Oliviero

Seguro que en alguna ocasión oíste a alguien decir que la vida “es cuestión de karma” o que algo bueno o malo le pasó por culpa del karma. Lo cierto es que este concepto tan ligado a la filosofía budista está muy relacionado con la idea de que si hacemos algo, tarde o temprano cosechamos su efecto.

En el budismo no existe un dios controlador, sino leyes que vienen de la naturaleza y las personas tienen libre albedrío para aplicarlas o no. Por tanto, hacer el bien o el mal depende de cada uno. Esa decisión provoca consecuencias de las que somos, en gran parte, responsables.


Acción
La palabra karma significa 'acción' y se refiere principalmente a nuestras acciones físicas, verbales y mentales. Nuestra acciones dejan huellas e impresiones que forman imágenes en nuestra mente.

Con el tiempo, esas imágenes producen sus correspondientes resultados. Nuestra mente es como un campo de siembra y las acciones que cometemos, las semillas que allí se plantan.

Las acciones virtuosas son las semillas de nuestra felicidad futura, y las perjudiciales, las de nuestro sufrimiento.

Estas semillas permanecen ocultas hasta que dan fruto cuando se reúnen las condiciones necesarias para su germinación. Además, según el planteo oriental, desde que se realiza la acción original hasta que se perciben las consecuencias, pueden transcurrir varias vidas.

“El karma es experiencia, la experiencia crea memoria, la memoria crea imaginación y deseo, y el deseo crea de nuevo el karma”, decía el escritor Deepak Chopra.

Cada individuo posee una disposición mental, una apariencia física y experiencias únicas que son efecto de las incontables acciones que cada uno ha realizado en el pasado. No hay dos personas que hayan realizado las mismas acciones en vidas pasadas.

Ninguna persona puede tener los mismos estados mentales, experiencias y apariencia física que otra. Cada ser posee su propio karma individual. Unos tienen un físico atractivo y otros, no. Algunas personas siempre están alegres y se conforman con poco, mientras que otras suelen estar de mal humor y nunca están satisfechas. Algunas personas entienden con facilidad el significado de las enseñanzas espirituales, pero otras las encuentran difíciles y oscuras.

El nudo infinito simboliza la interconexión entre las causas y los efectos, un ciclo kármico que continúa eternamente.

Como resultado de nuestras acciones o karma, renacemos en este mundo las veces que sea necesario para poder rectificar los errores. Sufrimos porque hemos cometido numerosas acciones perjudiciales en vidas pasadas.

El origen de estas malas acciones son nuestras propias perturbaciones mentales, como el odio, el apego y la ignorancia de aferrarnos a lo que vamos a dejar. También contamos con conquistas virtuosas esenciales como apoyo para poder modificar nuestro pasado. La meta es crecer en sabiduría y amor

La imagen del símbolo del karma, que es un nudo sinfín, sirve para entenderlo mejor. Es un motivo cultural que se encuentra comúnmente en Asia.

El nudo infinito simboliza la interconexión entre las causas y los efectos, un ciclo kármico que continúa eternamente. Este mismo nudo infinito es el que se encuentra en el centro de la rueda budista de oración.


Los tipos de karma
El karma, tradicionalmente, se ha separado en tres tipos:

1- Prarabdha karma: Este es un karma automático, que sucede en el mismo momento en el que se está llevando a cabo la acción.

Por ejemplo, la satisfacción automática que se siente al ayudar a quien lo necesita, o el sentimiento negativo que se sufre cuando se hace daño a alguien.

2- Sanchita karma: Este segundo karma hace referencia a los recuerdos negativos o positivos que quedan en nuestra mente después de haber realizado una buena o una mala acción.

Por ejemplo, el dolor de no haber hecho una declaración de amor o la alegría de recordar la cara de felicidad de alguien a quien ayudaste.

3- Agami karma: Por último, está el karma que hace referencia a los efectos que tendremos en el futuro por una acción del presente. Por ejemplo, cuando el haberle hecho mal a alguien se vuelve en contra porque nadie quiere relacionarse contigo.


Transmutar el karma

La Filosofia Kármica que practicamos en la Fundación Fhers cuenta con un instrumento único para conocerse y poder transmutar ese karma que traemos de vidas pasadas: es la Carta Natal Kármica.

Se trata de una herramienta de autoconocimiento personal.
A través de signos, casas y aspectos armónicos e inarmónicos, se detallan tanto las virtudes como las cosas que venimos a revertir. Esto nos da la pauta del karma que venimos a transmutar.

El karma está grabado dentro nuestro en forma de imágenes mentales. Para rectificarlo, al igual que una computadora, debemos cambiar esa imagen por una virtud, contraria al defecto observado.

Para poder realizarlo, nuestro cuerpo debe estar en equilibrio con una alimentación natural y saludable; flexible gracias a la práctica de movimiento físico consciente y depurado con una respiración nasal diafragmática.

Hay que aprender a observar y utilizar la mente para poder meditar y así modificar nuestro karma: cambiar la semilla que encontramos para tener una cosecha diferente.

Finalmente, comprendemos que todo puede ser rectificado, nada es determinante ni fijo. Llevará más o menos tiempo, depende de cada uno de nosotros.

Modificar el karma tiene como premisa conocerse, para saber qué tengo que cambiar, cultivar virtudes y hacerlo en tiempo propicio.

La Astrología Kármica cumple con esas premisas y nos da instrumentos comprobables para realizarlo.

Para lograr esta transmutación todos contamos con un dharma, es decir, virtudes de vidas pasadas, que nos facilitan el aprendizaje en este planeta-escuela que es la Tierra. Son el apoyo para dejar atrás el pasado, iniciar una vida nueva y poder contribuir también para la construcción de un mundo mejor.

"Quien se atreve a cambiar la forma de ver la vida, puede hacer que su vida, cambie de forma". fuente


MAS INFO: https://buenasiembra21.com/?s=astrologia+

martes, 10 de abril de 2018

Tipos de Meditación



Cada día nos duchamos, nos alimentamos equilibradamente y practicamos algo de ejercicio físico para cuidar la salud del cuerpo.

¿Pero qué hacemos por nuestra salud mental?


Para meditar no hace falta creer en ninguna religión


La meditación es la técnica por excelencia de higiene espiritual.

Sería muy largo enumerar todos los efectos que le atribuyen los expertos, pero quizá uno de los más valiosos sea el cultivo de la ecuanimidad respecto a uno mismo.

Las ideas centradas en el “yo”, que hasta ese momento parecían tan importantes, se hacen más relativas gracias a la práctica regular de esta técnica. Se adquiere la habilidad de observar la propia dinámica mental, lo que lleva a tomar decisiones con calma y acierto.

Las preocupaciones se difuminan y la persona se va encontrando cada vez más cómoda en la propia piel. Además, existen varios estudios científicos rigurosos que aseguran que mejora la salud anímica y física, con lo que se reduce el riesgo de caer enfermo.

Para meditar no hace falta creer en ninguna religión ni filosofía especial.
De hecho, todos meditamos sin darnos cuenta porque es un estado natural de la mente. Lo hacemos cuando disfrutamos de un paisaje o de un paseo, al leer con gusto o cuando estamos concentrados en cualquier tarea.

Meditamos siempre que estamos plenamente aquí y ahora. La meditación simplemente consiste en alcanzar ese estado a propósito.


Existe tal variedad de técnicas meditativas que cualquier persona puede encontrar la que mejor se adapta a sus características.

La práctica sentada
No lo pensemos más y decidámonos a probar.
Busquemos un rincón tranquilo y concedámonos un tiempo en el que estemos seguros de que nadie nos va a interrumpir.
Sentémonos en el suelo, con las piernas cruzadas, las palmas descansando sobre las rodillas y la espalda recta. Si colocamos un pequeño cojín bajo los isquiones, nos será más fácil mantener la posición.

Ésta es la postura típica, pero, en realidad, se puede meditar en cualquier posición: tumbados, de rodillas… Eso sí, los practicantes zen dan gran importancia a que la espalda esté correctamente alineada. La atención a la postura forma parte de esta técnica meditativa y, además, evita que la comodidad induzca el sueño.

Respiramos despacio y profundamente por la nariz. Sentimos cómo el aire entra y sale del cuerpo. Esta primera fase debe servir para relajarnos profundamente.

A continuación, tenemos varias opciones.

Podemos, por ejemplo, concentrar la atención en una imagen, en un sonido, en movimientos corporales o en la respiración.
Muchos expertos recomiendan elegir la respiración, sobre todo a los principiantes.

En ese caso, solo tenemos que prestar atención a los movimientos respiratorios. La mente observa cómo el aire entra lentamente por la nariz y llena, primero, la parte baja de los pulmones y, luego, la parte alta. Apreciamos los sonidos y sensaciones que produce el aire. Después, espiramos más lentamente aún (la espiración debe durar el doble de la inspiración).

Mientras respiramos conscientemente, la mente no dejará de producir ideas. El objetivo esencial es no hacerles caso. Para ello, observamos los pensamientos como si fueran nubes que pasan.
De hecho, descubrir la existencia de un nivel de conciencia capaz de observar el diálogo interior es el primer hallazgo de los meditadores.

Cuando notemos que las ideas nos atrapan, simplemente debemos concentrarnos de nuevo en la respiración.
Así una y otra vez hasta que se haya cumplido el tiempo de práctica que nos hayamos propuesto.

Imágenes Mentales
Además de en la respiración, se puede centrar la atención en imágenes. Frecuentemente se recurre a los mandalas, pero también es posible utilizar fotos, cuadros o velas.

Hay que colocar la imagen a un metro de distancia aproximadamente y fijar en ella la mirada, evitando seguir la estela de los pensamientos que de forma ineludible acuden a la mente.

La visualización es otro tipo de técnica meditativa.
Con los ojos cerrados, hay que imaginar un objeto, una persona o una escena, tratando de recrear mentalmente tantos detalles como nos sea posible.

La elección del tema de la visualización sirve para trabajar determinadas cualidades. Por ejemplo, se puede cultivar la bondad, la fortaleza física o la tranquilidad.

Otra posibilidad es visualizar cómo una lluvia de energía azul penetra por la todos los rincones del cuerpo, desde la cabeza hasta los pies, llenándonos de bienestar y salud física.

También se puede meditar con sonidos. Repetir una palabra o una frase, o bien, escuchar sonidos o melodías ayuda a alcanzar el estado meditativo. El mantra om –el sonido primordial–, la vibración de un cuenco, una fuente de agua o una oración cumplen el mismo objetivo: entonar cuerpo y espíritu.


En movimiento

Aunque se asocia la meditación con la quietud de la postura del loto y de los practicantes zen, también podemos meditar en movimiento. El yoga, el taichi o el Chi Kung son prácticas meditativas milenarias que parten del cuerpo como herramienta para conectar con uno mismo y con el presente.


Un ritual cotidiano

Hay que meditar sin perseguir ningún objetivo. No tiene sentido buscar el nirvana o algún tipo de revelación. Las experiencias extraordinarias sobrevienen cuando no se buscan.

Conviene comenzar con sesiones cortas, de cinco a diez minutos, e ir tomando confianza hasta llegar a los 20 minutos.

Se recomienda practicar dos veces al día, a ser posible a primera hora de la mañana y a última de la tarde. Puede convertirse en un ritual perfecto para empezar y terminar bien el día.

A las personas con más dificultades para establecer el hábito de la meditación se les recomienda probar la práctica en grupo. Los templos budistas de acceso libre ofrecen esta posibilidad en muchas ciudades españolas.


Tipos de meditación


Unas técnicas de meditación se fijan en la percepción y la experiencia (de la conciencia plena) y otras, en un objeto determinado (de concentración).


Meditación Zen

Meditar es la condición natural de la conciencia humana, capaz de comprender por sí sola el significado de su existencia. Esta percepción se interrumpe porque los asuntos particulares absorben nuestra atención.

En el hinduismo y el budismo

En las escuelas de yoga y vedanta, la meditación es parte de dos de las seis ramas de la filosofía hindú. En la práctica budista Theravada, involucra tanto técnicas conocidas como samadhi y vipassana, como el desarrollo de la bondad y el conocimiento superior.

Meditaciones sin objeto

Se dejan fluir las imágenes mentales, así como las sensaciones, emociones, impulsos y energías corporales sin intervenir en ellas.


Neopaganismo

Desde el siglo XIX, se entiende como un pilar fundamental para mantener una conexión con la divinidad o la conciencia profunda. Además, se destacan los beneficios físicos. fuente

MAS INFO: https://buenasiembra21.com/?s=meditacion